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¿Cómo hacer arroz con leche?

¿Cómo hacer arroz con leche?

¿Sabes ese postre que con solo olerlo te lleva directamente a la cocina de tu abuela? El arroz con leche es precisamente eso: un viaje en el tiempo a nuestra infancia. Con su aroma a canela, representa todo lo bueno de la cocina de casa: sencillez, sabor y ese calorcito que solo dan las recetas tradicionales.

Acompáñanos a descubrir los secretos de esta delicia cremosa que ha pasado de generación en generación y que, con cuatro cosas que seguro tienes en la despensa, puede convertirse en la estrella de cualquier sobremesa.

El encanto del arroz con leche: tradición en cada cucharada

El arroz con leche es mucho más que un postre sencillo; forma parte de nuestra cultura gastronómica. Las abuelas lo han ido pasando a las madres, y estas a sus hijos, y cada familia lo hace con su toque especial, pero manteniendo esa esencia que todos reconocemos. Lo bonito de este plato es que no necesitas ser un chef para prepararlo: arroz, leche, azúcar y especias se unen para crear algo realmente especial.

Y es que, cada rincón de España tiene su propia versión. En Asturias, por ejemplo, le ponen azúcar por encima y la queman, creando esa costra que es una auténtica delicia. En otros sitios le añaden pasas, miel o incluso un chorrito de licor. Lo maravilloso es que, sin importar la versión que hagas, siempre te transportará a tu hogar y a tu infancia.

Los ingredientes: la sencillez como protagonista

Lo bonito del arroz con leche es que se hace con cosas que solemos tener a mano. No necesitas ir corriendo al súper a por ingredientes raros, y eso lo convierte en el postre perfecto para esos momentos en que te apetece algo dulce sin complicarte la vida.

No puedes olvidar que el arroz es, el protagonista. Para conseguir esa cremosidad que tanto nos gusta, te recomendamos usar arroz de grano redondo. Su almidón es el secreto para lograr esa textura aterciopelada tan característica.

En cuanto a la leche, siempre entera. Su grasa natural te dará esa cremosidad sin necesidad de añadir nata o mantequilla. Si puedes conseguir leche fresca, mejor. El sabor será más intenso y natural, y notarás la diferencia en cada cucharada.

Los aromatizantes de siempre, como la canela, la piel de limón y la vainilla, son los que le dan ese perfume tan característico. No escatimes con ellos, porque son los responsables de ese aroma que nos hace cerrar los ojos de gusto con cada bocado.

El método tradicional: paciencia y amor

Para preparar un delicioso arroz con leche necesitas tiempo, paciencia y cariño. No es un postre para hacer con prisas, sino uno que pide tu atención. Pero te aseguramos que merece la pena.

Uno de los secretos mejor guardados es empezar con todo en frío. Pon la leche, el arroz y los aromatizantes en la olla antes de encender el fuego. Este sencillo gesto evitará que el arroz se apelmace y te garantizará una cocción uniforme.

El fuego lento es tu mejor amigo en esta receta. Mantén la cocción a temperatura suave, evitando que la leche llegue a hervir del todo. Debería apenas burbujear, creando la temperatura perfecta para que el arroz absorba lentamente los sabores y suelte su almidón.

Necesitas remover de vez en cuando; esto evita que la leche se pegue al fondo y ayuda a que el arroz suelte su almidón. Usa una cuchara de madera y remueve con movimientos suaves pero constantes, sobre todo en los últimos minutos de cocción.

El punto perfecto: entre ciencia y arte

Saber cuándo está en su punto es quizás lo más personal de la preparación. Hay personas que lo prefieren con el grano al dente, otros lo quieren más blando; algunos lo disfrutan muy cremoso, otros más espeso.

La proporción clásica es de 100 gramos de arroz por cada litro de leche, pero puedes ajustarla a tu gusto. Si te gusta más caldoso, añade un poco más de leche; si lo prefieres más espeso, reduce ligeramente la cantidad o déjalo un ratito más al fuego.

El azúcar siempre va al final, cuando el arroz ya está cocido. Este detalle es clave, porque si lo añades antes, puede que el arroz no se cocine bien o que el azúcar se queme, estropeando el sabor delicado del postre.

Después de cocinarlo, déjalo reposar tapado unos 15 minutos. Es este momento donde los sabores se integran por completo y la textura se estabiliza, creando esa armonía perfecta entre todos los ingredientes.

Variaciones y toques personales

Aunque la receta de toda la vida es perfecta tal cual, el arroz con leche admite mil variaciones que puedes adaptar a tus gustos o a ocasiones especiales.

La versión asturiana, con su costra caramelizada, es una de las más populares. Para hacerla, espolvorea azúcar sobre la superficie del arroz ya servido y caramelízala con un soplete de cocina. La combinación entre lo cremoso del arroz y lo crujiente del caramelo es una auténtica fantasía.

Con las especias puedes jugar y experimentar; además de la canela de siempre, puedes probar con cardamomo, anís estrellado o incluso un toquecito de azafrán para darle un giro diferente. La vainilla puedes cambiarla por esencia de almendra o un chorrito de agua de azahar para un aroma distinto.

Los toppings son otra forma de personalizar tu arroz con leche. Frutas frescas, compota de manzana, frutos secos tostados o incluso un poco de chocolate rallado pueden convertir este postre clásico en algo único que sorprenderá a tus invitados.

Conservación y disfrute

El arroz con leche es de esos postres que mejoran con el tiempo. Sus sabores se intensifican después de unas horas en la nevera, así que prepararlo con antelación puede ser una ventaja.

Se conserva perfectamente en la nevera durante 3-4 días, siempre en un recipiente bien tapado. Si ves que se espesa demasiado, puedes añadirle un chorrito de leche caliente al servirlo para recuperar su cremosidad original.

La temperatura para servirlo es cuestión de gustos y de la época del año. En invierno, templado, reconforta y calienta; en verano, frío, refresca y satisface.

El momento de disfrutarlo también influye en la experiencia. Un arroz con leche a media tarde, con un cafecito, puede ser el descanso perfecto en un día ajetreado. Como postre, después de una comida ligera, da ese toque dulce para cerrar con buen sabor de boca.

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